En algunas ocasiones, estos dos términos le han causado dudas a la población ya que en ambos trastornos se ve afectada la articulación, es decir, la persona comete errores en la pronunciación de las palabras, bien porque cambian una letra por otra “calo” en vez de “carro”, porque omiten alguna letra “puebo” en vez de “pueblo”, porque cambian el orden de las letras “albor” por “árbol” o por una articulación incomprensible. En este caso. ¿Dónde se encuentra la diferencia?
La diferencia radica en que estas dificultades articulatorias tienen un origen distinto. En el caso de la disartria, son causadas por un daño cerebral (ICTUS, derrame cerebral, traumatismo….) que puede presentarse a cualquier edad.
En cambio, la dislalia es un trastorno que no viene dado por ninguna alteración del Sistema Nervioso (SN), ni central ni periférico. Se manifiesta desde temprana edad cuando se observa que el niño no pronuncia correctamente algunos sonidos.

En ambos casos, es el logopeda el que puede ayudar en este trastorno ya que en los dos existe alteración en la comunicación. Cuando hay un diagnóstico de disartria, en la mayoría de los casos, se ven afectados otros aspectos del habla como la voz, la respiración, la prosodia…
La disartria suele ser un síntoma asociado a otras enfermedades más graves, donde pueden haber lesiones que interfieren en otras capacidades como la movilidad y habilidades cognitivas (memoria, atención, funciones ejecutivas…). Sin embargo, el término dislalia sirve para denominar dificultad en la articulación del habla exclusivamente.
La intervención, independientemente de cual sea el diagnóstico, debe de ser lo más temprana posible para poder disminuir los síntomas o llegar a conseguir una correcta articulación.
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